Durante años se pensó que los niños con Down no podían asistir a un colegio regular. Aún hoy día, hay mucha confusión al respecto. Se tiende a inscribirlos en escuelas especiales, en donde son atendidos junto a niños que padecen otros síndromes, cuando realmente no es necesario y es perjudicial.
La discapacidad que padecen nuestros hijos es un retrazo en la captación y procesamiento de información. Ellos son personas absolutamente sanas e inteligentes, que (si han recibido la estimulación adecuada) pueden despalazarse, comprender, expresarse, sin problemas. Y en todo caso, lo que necesitan es un poco más de ayuda y paciencia, como tantos niños regulares. Todos tuvimos un compañerito en el colegio al que le costaban más las matemáticas o el inglés. Y lo que se hace en esos casos es ponerles un tutor que refuerce las áreas débiles.
Funciona igual con nuestos hijos. A ellos se les dificultarán las cosas un poco más. Entonces se les brinda un refuerzo y se les enseña de una forma diferente (de ahí viene el término "educación especial"). Eso es todo. No suena imposible, ¿no?
Pues no debería serlo.
Pero la realidad es otra.
Muchos colegios están prejuiciados respecto de las personas con Down, y dan por sentado que nuestros niños no aprenden. Se dan por vencidos antes de iniciar la batalla, o simplemente prefieren librarla con niños que suponen les darán menos problemas.
Los que los reciben, por su parte, pese a sus buenas intenciones, muchas veces no tienen la preparación para sacar lo mejor del niño. Por esa razón, luego de unos cuantos meses, terminan por creer que es el niño el que no da el ancho.
La discapacidad que padecen nuestros hijos es un retrazo en la captación y procesamiento de información. Ellos son personas absolutamente sanas e inteligentes, que (si han recibido la estimulación adecuada) pueden despalazarse, comprender, expresarse, sin problemas. Y en todo caso, lo que necesitan es un poco más de ayuda y paciencia, como tantos niños regulares. Todos tuvimos un compañerito en el colegio al que le costaban más las matemáticas o el inglés. Y lo que se hace en esos casos es ponerles un tutor que refuerce las áreas débiles.
Funciona igual con nuestos hijos. A ellos se les dificultarán las cosas un poco más. Entonces se les brinda un refuerzo y se les enseña de una forma diferente (de ahí viene el término "educación especial"). Eso es todo. No suena imposible, ¿no?
Pues no debería serlo.
Pero la realidad es otra.
Muchos colegios están prejuiciados respecto de las personas con Down, y dan por sentado que nuestros niños no aprenden. Se dan por vencidos antes de iniciar la batalla, o simplemente prefieren librarla con niños que suponen les darán menos problemas.
Los que los reciben, por su parte, pese a sus buenas intenciones, muchas veces no tienen la preparación para sacar lo mejor del niño. Por esa razón, luego de unos cuantos meses, terminan por creer que es el niño el que no da el ancho.
Sin en nuestros países existieran leyes de inclusión y su ejecución fuera efectiva, ningún colegio podría negarse a recibir a un niño, y mucho menos a sacarlo por razones que en el fondo lo que hacen es poner en duda la competencia del colegio como institucion educativa, y no la inteligencia del alumno.
Mucho menos, podrían existir aulas excluyentes de niños Down, donde lo que les enseñan es una simple inclusión social, pero no intelectual del mismo. Es decir, juega con los demás, pero no recibe el mismo nivel de educación. Eso no sirve de nada.
Pablo Pineda, en su entrevista afirma que le fue difícil que los maestros creyeran en él. Que había muchos que se extrañaban por su presencia en las aulas. Pero en cuanto él comenzaba a preguntar y a participar de las clases, estos resquemores iban desapareciendo. Sus maestros fueron también de gran apoyo. Hubo uno, López Melero, quien creyó en él desde la primaria y lo impulsó a seguir adelante. Él, como buen maestro de vocación, en lugar de ser un obstáculo,fue un impulsador.
Pues bien, ahora que andamos en la búsqueda de un colegio para Mariana, le rezo a Dios por encontrar un López Melero el camino de mi hija, y poder a través de él lograr asombrar al mundo. Será difícil, pero jamás imposible.
Pd.: En la foto, mi Mariana que ya le llegó la onda de jugar a la mamá. Anda empujando su carruaje por toda la casa. Ella va exigiendo de la vida, las oportunidades que ni el Down, ni nadie, habrá de quitarle.
2 comments:
Hola Vaneesa: pues bien yo encontre a mi Lopez Melero, y la verdad no es un Colegio de grandes intalaciones, mas bien es unColegio donde su personas tiene grande su corazón y abierto a nuevos retos, ellos no restringen a Maria Andrea a solamente la inl¿clusión social y no que la apoyan al 100% en sus estudios, pues a ella la sientan hasta adelante para que ponga el máximo de atención y la miss le exiga el mismo y la verdad que ha progresado enormente, pues su lenguaje lento pero ha ido evolucinando en todo y ella tambiena crecido mucho intelectualmente hablando, ya sabe e identifica muchas cosas, para mi es un excelente Colegio con un excelente personal, muchas veces unn colegio pequeño es la clave para ellos, pues María Andrea nunca ha recibido una terapia de nada, y eso es lo asombroso de asunto, saludos y besos a tu familia. Patty M.
Hola Patty. Fijate que eso mismo hemos platicado con Jenny, que lo mejor sería un colegio chiquito, donde Mariana pudiera recibir una atención esmerada. Pienso que nuestro camino no es imposible, sino de buscar vías alternativas a las comunes. Me alegra que hayás encontrado la tuy y que tu María Andrea esté demostrando todo lo que un niño con Down puede lograr. Un abrazo.
Post a Comment